Osvaldo Pugliese

 

Una mirada personal de Carel Kraayenhof,bandonoeonista, fundador y director artístico de la Tango Ensamble y del Sexteto Canyengue.

Este artículo fue escrito cuando falleció Osvaldo Pugliese, el gran maestro del tango.


IN MEMORIAM: OSVALDO PUGLIESE

(1905-1995).

Amsterdam, 15 de agosto de 1995.

En su lugar natal, Buenos Aires, falleció el pasado 25 de julio el mundialmente famoso y querido maestro Osvaldo Pugliese, director de orquesta y compositor de 89 años de edad que, ya en vida, llegó a ser un mito del tango. Tras de ser hospitalizado con graves problemas estomacales, fue necesario implantarle un marca-pasos debido a severas complicaciones cardíacas.

Posteriormente, Don Osvaldo cayó en coma y cinco días más tarde exhaló el último suspiro, de su esposa, Lydia.

Con Osvaldo Pugliese el tango ha perdido uno de sus más importantes renovadores. Creativo y pleno de energía como era el maestro, dejó una enorme obra y la gigantesca cantidad de discos grabados será muy difícil de superar.

Al contemplar su larga vida se ve lo polifacético que fue ya que, paralelamente a su intensa carrera musical, también se desempeñó en el terreno político.

Pugliese fue uno de los fundadores del primer sindicato de músicos en Argentina, en 1935, y además fue directivo del Partido Comunista. Frecuentemente fue encarcelado por los diversos regímenes dictatoriales y el pueblo escribía en los muros: “El Tango Está Preso”.

Su orquesta continuaba con sus actuaciones pero junto al piano, sobre la silla vacía del Maestro, se colocaba un clavel rojo.

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Osvaldo Pugliese nació el 2 de diciembre de 1905 en el barrio bonaerense de Villa Crespo. Su madre, Aurelia, era obrera textil y su padre, Adolfo, trabajaba de zapatero y, para obtener un ingreso extraordinario, tocaba la flauta traversa en casamientos, fiestas y bailes en salones y patios. Los dos hermanos mayores, Vicente y Alberto, tocaban el violín y el pequeño Osvaldo también rascaba ese instrumento, lo que le valió el sobrenombre de ‘Chicharra’ o ‘El Rasca’. El padre opinó que tres violinistas en una sola familia era demasiado y entonces Osvaldito recibió un piano de regalo, para desarrollar su talento musical en profundidad.

A temprana edad abandonó la escuela y trabajó como lustrabotas, ‘canillita’ y de aprendiz en una imprenta.

Su carrera comenzó acompañando con el piano películas mudas, para luego formar parte de distintas ensambles tangueras, entre ellas el trío de la renombrada bandoneonista Paquita Bernardo.

Junto a Sebastián Pain, Pugliese estudió piano con el Maestro Antonio D’Agostino, y pronto comenzó a escribir las ráfagas de melodías que le asaltaban durante sus paseos o cuando viajaba en tranvía. Su primera creación importante, Recuerdo, fue compuesta a

los 19 años, pieza que más tarde sería calificada como ‘tango de los tangos’.

Este es el primer tango con una estructura de tríptico, cuya tercera parte consiste en una rápida variación melódica interpretada por los bandoneones.

La calidad de Recuerdo fue detectada rápidamente por Julio de Caro, el primero en grabar ese tango con su sexteto, y lo transformó en un éxito.

Así fue como Pugliese tomó contacto con sus modelos ejemplares: Julio y Francisco de Caro y también con quienes luego fueron sus amigos, Pedro Maffia y Pedro Laurenz.

En 1926, cuando Maffia creó su primer grupo, solicitó para el piano a Pugliese quien, desde 1934, también colaboró con el sexteto de Laurentz, con arreglos y como pianista. En la primer ensamble de Pugliese, constituida junto al violinista Elvino Vardaro, se integraron músicos de gran talento, como Aníbal Troilo y Alfredo Gobbi; aunque lamentablemente ese sexteto estaba destinado a durar muy poco tiempo.

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Recién en 1939, cuando mejoraron las circunstancias económicas y el tango aumentó su popularidad, el enésimo intento de Pugliese se vio coronado con la formación de un grupo propio: su Orquesta Típica conocería un largo período de éxitos, que se prolongaría por 50 años, dentro y fuera de la Argentina.

Durante su larga existencia, la orquesta actuaría en escenarios de Japón, China, el Cercano Oriente, la ex Unión Soviética, España, Portugal, Francia, Finlandia, Bélgica, Holanda y la mayoría de los países de Centro y Sudamérica. La obra del Maestro fue distinguida con prestigiosos premios culturales otorgados por los gobiernos de Argentina, Francia y Cuba.

Gracias a la iniciativa de varios amigos, el 26 de diciembre de 1985 se hizo realidad un sueño de Aurelia cuando su hijo se presentó en el Teatro Colón, de Buenos Aires. Para gran satisfacción del octogenario Don Osvaldo, ese bastión de la música clásica abrió sus puertas al tango.

Ese mismo año había tenido lugar su primer concierto en Holanda. En 1989, Pugliese fue convocado a tocar en el Teatro Carré, de Ámsterdam, para conmemorar sus 70 años de relación con el tango y los 50 años de la fundación de su orquesta.

El invitado fue su compatriota y colega Astor Piazzolla con su Nuevo Sexteto.

Ambos maestros cerraron la noche interpretando La Yumba y Adiós Nonino, realmente un momento único en la historia del tango.

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Sobre la historia de la orquesta de Pugliese se ha escrito muchísimo pero, lamentablemente, no han sido publicados análisis sólidos sobre sus composiciones, arreglos y estilo. Debo agregar que en los círculos tangueros no es usual ocuparse de estos asuntos.

La primera vez que presencié una actuación de su orquesta fue en 1985, durante el Festival de Tango de Ámsterdam, en el Teatro Meervaart, donde también toqué con el grupo Tango Cuatro. Por entonces mi español se reducía a 25 palabras y señas con manos y pies. Durante mis viajes a la Argentina en el otoño y la Primavera de 1987 mejoré considerablemente ese idioma, de modo que, en nuestro siguiente encuentro, cuando Pugliese escuchó por primera vez al Sexteto Canyengue y le dediqué Clavel Rojo,

finalmente pude hacerle las acuciantes preguntas que tenía. Viéndo los hechos en retrospectiva, puedo asegurar que apenas si logré hacerle hablar de su propia música, pero sí me contó cosas sobre el origen de sus composiciones e innumerables anécdotas de su orquesta. Su gran humildad y modestia le impidieron extenderse sobre su visión del tango, pero se explayaba al hablar de sus grandes figuras ejemplares. Además, a su avanzada edad, ya había sostenido demasiadas conversaciones serias y prefería contar chistes, para desesperación de quien lo entrevistaba, al mofarse de todo.

Estas cosas sucedían también en salas de gran prestigio, como Carré y De Doelen, en Ámsterdam, donde Pugliese supo animar al auditorio

cambiándose el saco a mitad de un concierto, o discutir en público con su esposa, Lydia, sobre su lentitud para subir al escenario.

De todas formas, me parece justo decir algo sobre su obra.

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La Orquesta Típica de Pugliese también fue conocida como la orquesta de los compositores, ya que estuvo integrada por: Musici als:

  • Osvaldo Ruggiero (A mis compañeros, Locura tanguera, Bordoneo y 900);
  • Emilio Balcarce (El tobianoLa Bordona);
  • Julián Plaza (DanzarínPayadoraBuenos Aires – Tokyo)

y muchos otros que, con sus composiciones, arreglos y ejecuciones, aportaron algo para definir el estilo de Pugliese. El maestro siempre fue el impulsor, supervisor y factor de unión. Su visión del tango le dio forma orquestal, donde tres secciones de la orquesta desarrollaron un importante papel: el piano y el contrabajo en el ritmo; las cuerdas, compuestas por violines, violas, violonchelos y contrabajos; y los bandoneones, mientras que, dentro de cada sección, se hace lugar especial a los solistas.

En la primera gran orquesta de Pugliese, la de 1939, además del maestro hubo otros tres músicos que ejercieron gran influencia: el primer bandoneonista Osvaldo Ruggiero; el primer violinista Enrique Camerano y el primer contrabajista Aniceto Rossi. También se dio gran importancia a los arreglos en el repertorio musical y al aporte que cada uno podía hacer. En La Historia del Tango, Luís Sierra dice sobre la estética y el estilo de Pugliese:

 “Caracteriza también a la orquesta de Osvaldo Pugliese, la participación de todos y cada uno de sus integrantes -compositores y arregladores en su mayoría- tanto en el aporte de ideas de ejecución, como en la ductilidad, seriedad e idoneidad de todos ellos”.

Varios elementos de importancia en la formación

del estilo de Pugliese fueron ya ofrecidos en la famosa trilogía integrada por Negracha, Malandraca y La Yumba. Negracha y Malandraca fueron ejecutados por primera vez en 1943 y, luego de un tiempo de maduración, fueron grabados en el ’48 y ’49, respectivamente; La Yumba fue tocada y registrada en disco por primera vez en el ’46. Recuerdo ya había sido grabado por su orquesta en el ’44.

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Los nuevos tangos se adelantaban mucho a su época y ejercieron gran influencia en compositores como Astor Piazzolla que, como él mismo declaró, después de actuar con Aníbal Troilo abandonaba presuroso el cabaret para escuchar Negracha, tocada por la orquesta de Pugliese al otro lado de la calle. En la citada trilogía, la melodía recibe una función rítmica muy fuerte y a menudo se compone de fragmentos acentuados que se repiten. A veces, la melodía abandona la división en dos del compás, haciendo un movimiento de “milonga” (3-3-2) que en algunos casos se extiende en grupos de tres notas durante diversos compases (3-3-3-3-etc.). Debido a ello, se crea un desfase y una polirritmia donde se van turnando las diferentes secciones de la orquesta.

La base rítmica consiste en marcar fuertemente el primer y el tercer tiempo del bandoneón, el piano y el contrabajo pero en el que, a veces, el primer

tiempo está precedido por un “arrastre”, glissando, que suena como un tremendo gruñido.

Contraponiéndose a estos poderosos acentos, el segundo y el cuarto tiempo se tocan débilmente (notas más bajas del piano).

A este sonido se le ha dado el nombre del tango La Yumba, onomatopeya que suena de esa forma: YUM-ba. Los cuatro bandoneonistas ponen su instrumento sobre una sola rodilla, alzan la pierna y luego la dejan caer sobre el talón a la vez que agilmente deslizan los dedos por los botones del bandoneón. Ese golpe de sonido asemeja un ladrido y los bandoneones, al plegar velozmente su fuelle y tomar forma de abanico, parecen inquietos animales salvajes.

Esto no deja indiferentes a los espectadores.

La descripción más hermosa de esa visión me la dio un marinero que, haciendo escala en Buenos Aires, acudió a un concierto de la orquesta de Pugliese y por primera vez “vio saltar chispas de las rodillas”. Estos latigazos de ritmo incitan a la danza y sería un extraño bailarín o bailarina quien permaneciese en su silla al escucharlo!

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En Palabras de Luís Sierra:

 “De definida filiación decareana, el punto de partida de todo intento de superación instrumental del tango, la orquesta de Osvlado Pugliese aportó una originalísima modalidad interpretativa, conciliando la perfecta adaptabilidad para la danza con una estructura armónica de avanzada elaboración técnica. Con novedosas y audaces proposiciones logró la definición de su orquesta. Y en la fuerza arrolladora de una acentuada marcación rítmica -que es su rasgo característico más saliente- reposa todo el complejo andamiaje de una singular superposición de planos sonoros. Teje Pugliese un finísimo engranaje polirrítmico dentro del cual las distintas secciones instrumentales marcan conforme a diferentes divisiones de tiempo, en medio de una inagotable riqueza de recursos y efectos de tal sutileza, que a veces parecen quedar apenas en una intención imperceptible.

Y de esa conjunción aparentemente anárquica de ritmos encontrados surgen las distintas líneas melódicas -porque jamás la melodía pierde en Pugliese su preponderante influencia expresiva- que traducen en su singular manera de decir (…).

 “Nervio agresivo pero mesurado en los pasajes de rítmico arrebato, infundiendo limpidez y garra temperamental en inteligente y súbito contraste, con implacable y elegante dominio del tempo rubato y de la síncopa (posiblemente las dos figuras más interesantes del tango instrumental).

“Virtudes todas de esta disciplinada agrupación, (…), de sutil conducción del director. 

Y algo fundamental, que es el respeto interpretativo que la obra y el autor merecen. (…)”

Por eso las versiones instrumentales de la orquesta de Osvaldo Pugliese configuran expresiones de la mayor calidad musical, depurado estilo de ejecución y genuina autenticidad tanguera, llamadas a perdurar como ejemplos de cuanto se ha logrado estéticamente en materia de orquestación en el tango.“

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En 1993, Leo Vervelde y yo propusimos al Maestro Pugliese para la dirección artística del futuro Departamento de Tango Argentino de la sección Música del Mundo del Conservatorio de la Ciudad de Rótterdam. Pugliese recibió con entusiasmo el ofrecimiento y nos sentimos muy honrados, pero con su usual modestia el maestro invirtió los papeles y el 19 de mayo del ’93 respondió:

“Con profunda emoción he recibido la noticia sobre la creación de la Cátedra de Tango en el Conservatorio de Rótterdam. Para mí, sobre todo, es un gran honor el ofrecimiento para ocupar el cargo propuesto. Yo, simplemente, soy un músico popular que durante 73 años ofrecí lo mejor de mi vida a esta música que, nacida en el pueblo, es ahora tan rica y representativa de mi país.”

El 6 de septiembre del ’93 Don Osvaldo fue invitado de honor en la inauguración del Departamento de Tango Argentino en la Sala Willem Pijper del Conservatorio de Rótterdam. Esa sería la última vez que interpretásemos juntos La Yumba. Nuestro último encuentro tuvo lugar en diciembre de ese mismo año en su casa, en la calle Corrientes de Buenos Aires.

Los últimos años fueron difíciles para el Maestro ya que debió aprender a vivir con la pérdida de su amado nieto Osvaldito, de su íntimo amigo Osvaldo Ruggiero y de su joven cantante Adrián Guida. Una vez me dijo que el deterioro de su visión y su oído no le dolían tanto como tener que sobrevivir a sus amigos.

Aún surgían lágrimas en sus ojos al recordar la muerte de Pedro Maffia, para mí solo un nombre que perdura en la leyenda, los libros y los discos. Este anciano bonachón, con quien mantuve una relación de abuelo-nieto, nunca me permitió que le llamase “Maestro”:

– Maestro no! Soy un atorrante…!

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En una entrevista hecha por Hein Calis para la revista Wereldmuziek, Don Osvaldo manifestó su optimismo sobre el futuro del tango en manos de la juventud:

– Van bien, fantástico! Lo único que falta es que es que me vaya a casa a escuchar y tocar rock’n’roll en mi nido!

Ay! Cómo quisiera estar una vez más en su cocina, mirando la serie Zorro, y escuchar sus carcajadas al ver al gordo Sargento García caer una y otra vez. Ojalá pudiese escucharlo gritar pidiendo bombones desde su cama Luís XV con dosel, y Lydia, fingiendo enojo, responder que ya es hora de dormir mientras dirige una sonrisa de complicidad a Leo y a mí…

Gracias, Maestro, por todo. Un abrazo grandote y hasta siempre.

© Carel Kraayenhof

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The above article was published in September 1995 in La Cadena and in the program booklet of Recuerdo III, the homage to Antonio Todaro, Osvaldo Pugliese and Pepito Avellaneda, dated 19 October 1997 in the Roode Hoed, Amsterdam.